Me encantaría saber de matemáticas, física, economía … Bueno, me encantaría no necesitar saber de ello… O quizá lo que realmente me gustaría sería tener la predisposición de querer aprender sobre ello.
En periodismo somos de letras. No es ninguna excusa, es solamente una forma de decir: odiamos los números. Siempre hay excepciones… que aún haciendo una carrera humanística afirman sentir un gran interés por los números, serán mis prejuicios, pero tengo tendencia a desconfiar de éstos sujetos.
Las matemáticas son un invento del ser humano en su afán por medirlo todo, en su afán por cuantificar el universo y responder a toda pregunta para poder controlar la naturaleza.
Las letras sin embargo siempre me han parecido más humanas. Todo es cuestionable, todo es relativo, todo es más abstracto. La literatura es un arte que nace de la nada. Las matemáticas no pueden serlo.
Un matemático no puede crear nada. Por supuesto, necesitamos a las matemáticas para crear un edificio, una vacuna, un balance… (para casi todo) Pero un matemático puro no podrá crear nada, sólo demostrar una gran verdad ya existente, una fórmula que no haya sido descubierta y que resuelva la incógnita de la ecuación que no le deja dormir tranquilo, y demostrar así una verdad irrefutable, científica.
Un matemático debe guiarse por el método que ya ha sido validado por matemáticos muertos de siglos anteriores y que le salgan las cuentas. Si se equivoca, el resultado puede ser mortal.
Éste, se atiene al método científico, al hombre de letras se la trae floja el método, y siempre se cuestionará una y otra vez todo. Incluida claro, la fiabilidad de las propias matemáticas.
Alguien que se considere de letras ve el mundo con otros ojos. (Excluyamos a los idiotas nombrados en otros textos) Es más idealista, más iluso, crítico y sobre todo creativo.
No quiero infravalorar en ningún momento los virtuosos cerebros matemáticos, pues admiro su labor, y les agradezco tratar asuntos con los que yo jamás podría tener nada que ver.
Pero tampoco considero a Cervantes menos que a Einstein, a Shakespeare que a Newton o a Galdós que a Pitágoras, a nivel de trascendencia de aportaciones y calidad de pensamiento, ni creo ser nadie para hacerlo…
Sintetizando: Los de letras aportamos esa humanidad de incertidumbre al no estar supeditados a la verdad científica. Al crear una historia a nuestro antojo, al comunicar con el estilo propio de cada uno, al contar con esa libertad expresiva. Muchas veces estamos desprestigiados por ello…
A veces imagino una clase de jóvenes genios. Y se que no es así, pero veo a los matemáticos con sus gafas de media luna, barbas descuidadas, túnicas de eruditos… Haciendo mediciones con astrolabios, microscopios, probetas… (no, no me se más artilugios) todos ellos inmersos en sus mediciones, aplicadísimos en las primeras filas. Y al fondo de la clase a los Rimbaud, Dickens, Wilde, Verne, Baudelaire, Valle-Inclán,Doyle… “liándola”, mirando las nubes, o saltándose clases para fumar a fuera (en pipa por supuesto) y hablar de todo en general… de nada en concreto.
Roberto Soriano Twitter: @robertosoriano9
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