28 nov 2011

DE CUÁNDO EL FÉNIX TENÍA 16 AÑOS Y NO SABÍA QUE LO ERA

La mitología griega hablaba de la existencia de un ave tan singular como bello, capaz de curar a la gente con sus lágrimas. Decían que habitaba en el jardín del Edén y que cuando Adán y Eva fueron desterrados de éste por probar el fruto del árbol prohibido, el Fénix, anidaba en un hermoso rosal. Cuenta el mito, que de la espada del ángel que expulsó a los inquilinos del paraíso, saltó una chispa que hizo que el nido del Fénix, y él mismo, fuesen pasto de las llamas. Por ser la única criatura que se negó a probar el fruto prohibido, los dioses le otorgaron,como compensación, el poder de resurgir de entre sus propias cenizas.
Dicen los más ancianos y sabios, que después de estos hechos, el Fénix fue a parar a la casa de un extraño joven. Éste vivía en una casa solitaria, apartada del mundo. A solas en la penumbra, rezaba cada día para que alguien lo transportase volando a un lugar lejano y desconocido. Un lugar donde todas las dudas con las que lidiaba cada día fuesen menos incompresibles, menos dolorosas. Buscaba, en el fondo, alguien con quien compartir su vida sin que la cuestionasen, alguien que fuese capaz de disfrutar a su lado, alguien, en definitiva, que fuese capaz de hacer que su efímera y ridícula existencia cobrase importancia eterna. El dia que el Fénix apareció, el joven lo observó maravillado, no podía creer que algo tan bello y lleno de fuerza se hubiese posado sobre su tejado. Todo por lo que había rezado casi desde el mismo momento de su nacimiento se encontraba ante sus ojos. Al principio observó con cautela, casi sin respirar, evitando hacer cualquier movimiento que lo asustase. Al cabo de unos días inmóvil, observando su bello plumaje rojo y naranja, se decidió a hablarle. Una voz suave, tan dulce como la misma miel brotó de su alma para dirgirse a aquel ser perfecto ante el cual se encontraba. Hacía tiempo que no escuchaba su voz, y desconocía que pudiese llegar a ser tan bonita que él mismo quedó perplejo. El Fénix, a su vez, había estado mirando a los ojos del joven durante este tiempo y la seguridad y la belleza de sus palabras conmovieron su ser. De este modo, desplegó sus elegantes alas y se posó a unos centímetros de distancia de aquel desconocido. Éste, recorrido por una inmensa felicidad, producida por el hecho de que su presencia no fuese agresiva para el ave, experimentó por primera vez la sensación que pone al ser humano al borde del cielo, y una lágrima recorrió su mejilla hasta morir en la sonrisa esbozada por sus labios.
Pasó el tiempo, y el joven y el Fénix volaron al compás durante muchos años. Pero esta felicidad que él anhelaba, como la que todos anhelamos, no es eterna. Llegó un momento, en el cual el Fénix decidió que su estancia en aquella casa con él debía llegar a su fin. Un día gris de agosto, se escapó mientras el joven dormía plácidamente pensando en su felicidad sin ni tan siquiera imaginarse que aquello a lo cual se aferraban sus esperanzas de eternidad había volado de su lado. Al despertarse solo, empezó a buscar, puso todo patas arriba, corrió en su búsqueda, enloquecido, y no la encontró. La tristeza era ahora mayor que cuando estaba solo. Aquello que le había hecho reír, tener esperanza en su existencia, había volado lejos de él y esto provocó en su corazón un dolor tan intenso que hizo que el dolor que padecía antes quedase en algo insignificante. 
El joven no se explicaba qué había podido ocurrir. Se preguntaba si aquello que él anhelaba sobre todas las cosas era más de lo que podría aspirar nunca en su vida. Y así, el joven fue envejeciendo a pasos agigantados hasta que al poco tiempo de su pérdida, murió de tristeza al pensar que alguien que no era él podría estar compartiendo su compañía ya que él no era merecedora de ésta.
El Fénix voló de tejado en tejado durante largo tiempo, buscando aquello que le faltaba. Pasó mucho tiempo en casas distintas y un día, sin saber porque, decidió volver. Dicen,que al ver su cuerpo sin vida, una gran tristeza envolvió al ave y las lágrimas brotaron de sus ojos, cayendo sobre el joven, devolviéndole la vida.

Precisamente, cuando uno tiene 16 años no sabe que él mismo es un Fénix,capaz de resurgir de sus propias cenizas. Al igual que tampoco sabe que de todo en esta vida se aprende. Tanto del dolor, la alegría, las lágrimas, la frustración, el odio, la amistad, la familia,el amor...Todo tiene algo que enseñarte y sólo tienes que encontrar tu lección.
Javier Roibás
Twitter: @JaviRVeiga

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